Es el final del ciclo anual de la vid, un final deseado porque con él comienza el proceso de la vinificación.
Este año vendimiamos las uvas con las que elaboraremos el vino “Pedro Martín 2018” el día 29 de septiembre, veinte días después que el anterior debido a la climatología un tanto rara detectada ya al principio de la brotación y que nos auguró una cosecha menos abundante pero que ha resultado de muy buena calidad.
Decidimos vendimiar en esta fecha para recoger la uva en el mejor momento, conclusión a la que llegamos tras haber estado haciendo controles de maduración desde principios de mes buscando el punto óptimo en el equilibrio entre acidez y maduración.
A mí me gusta que la vendimia se convierta en una fiesta, como suele suceder con todas las recolecciones e intento que participe toda la familia para que de este modo no se pierda la tradición. En esta ocasión disfrutamos de un buen día de sol, quizás demasiado, lo que provocó que la gente menuda buscara la sombra bajo las parras ya a final de la mañana en lugar de cortar uvas para que se llenaran las cajas.
Lo hicimos todo en la mañana, madrugamos para recoger la uva lo más fría posible y a la hora de comer ya habíamos terminado, hasta nos dio tiempo a los más jóvenes a tomarnos algo y disfrutar del buen ambiente que había en el pueblo debido entre otras cosas a que todo el mundo había comenzado su vendimia.
Cuando yo era más joven, los “mocillos” nos encargábamos de sacar los cestos llenos de uva y a veces para presumir de haber sacado muchos nos restregábamos unos racimos en el hombro para manchar la camisa y así hacer ver que habíamos acarreado con muchos cestos, ahora ya no se utilizan cestos, hemos cambiado las astillas de castaño por el plástico, cosas de la evolución.
Pasamos una mañana muy agradable en la que mis hijos y sobrinos disfrutaron de la compañía de su abuelo, mi padre, y de los tíos abuelos, primos etc, como se hacía antiguamente; un día grande al estilo de los días de la matanza en los que los más mayores cuentan sus aventuras a los jóvenes a la vez que transmiten un sinfín de valores humanos, algo tan sencillo y tan barato de lo que en muchas ocasiones nos olvidamos.