Cuatro meses y dieciocho días después me reencuentro con vosotros, pero no creáis que he estado en barbecho porque vuelvo con un par de vinos debajo del brazo. Ha pasado mucho tiempo desde mi última entrada pero creo que ha merecido la pena el trabajo realizado a lo largo del verano y principios del otoño.

Con el cambio climático el estío ha tomado un protagonismo importante en la viticultura. Actualmente la uva comienza su ciclo con el cierne allá por finales de la primavera, y lo remata prácticamente durante el verano. Por lo tanto la vendimia se adelanta y los procesos de elaboración también.

Nos encontramos a primeros de noviembre y os puedo decir que el tinto de 2019, primer Pedro Martín calificado por la Denominación de Origen si todo va como hasta ahora, ya ha hecho la fermentación alcohólica y en unos días entrará en barrica para comenzar la malolactica.

Pero hoy no voy a hablar del tinto, para él dedicaremos varias entradas próximamente.
Quienes me siguen deben saber que una de las viñas principales de mi proyecto «El Calvario» cuenta con gran cantidad de cepas de uva blanca.

Este año por primera vez me he atrevido a hacer un blanco como homenaje a las variedades de la zona, algunas de ellas destinadas en otros tiempos a uva de mesa: Palomino (*Jerez), Albillo (*Tempranillo) y Rufete Blanco (*Verdejo).
De éste blanco y de su elaboaración es de lo que os quiero hablar hoy.
Vendimiamos a mediados de septiembre, relativamente pronto para lo que se acostumbra por aquí. Decidimos hacerlo así para preservar la acidez, a sabiendas de que teníamos un grado de alcohol probable entorno al 12,75 %.
Como marca el protocolo, el mosto fermentó en líquido a temperatura controlada después de ser prensado.

Tras varios trasiegos y a falta de que venga algo más de frío para que termine de decantar, esperamos que a principios de diciembre esté en condiciones óptimas para ser embotellado y poderlo degustar en estas Navidades.
Fotografía del vino blanco de 2019 tomada el 26 de octubre.
En mi opinión este vino corresponde fielmente a los parámetros de los vinos blancos de la zona. En fase visual, a falta de que termine de clarificarse, ya presenta un color amarillo pajizo con bordes verdosos, en nariz tiene importantes aromas vegetales y a frutas blancas y en boca es intenso y tiene una acidez equilibrada.
Toda una experiencia sin duda, de la que hemos aprendido muchísimo y que seguiremos explorando en años venideros. Espero que esté a la altura de quienes tengáis la ocasión de probarlo.
Del tinto sí que tengo que haceros una entrada propia sobre la vendimia y la elaboración, merece la pena que conozcáis estos procesos por separado. Como ya he dicho será mi primer vino calificado por la Denominación de Origen Sierra de Salamanca.
* Nombre con el que se conocen estas variedades en la zona.
Con la materia prima que consigues y los conocimientos que tienes, el éxito de vino PM está asegurado. Enhorabuena, Pedro.
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